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Sabía que después de una tarde de burlas y de la follada facial de antes en las escaleras, no duraría mucho y, tras varios empujones mucho más de toda mi longitud dentro y fuera, vertí todo el semen que había tenido en su culo. Tardó unos segundos en volver en sí, pero finalmente me retiré y la abracé, sin estar completamente seguro de lo que terminaba de suceder , pero sabiendo que teníamos el resto de la noche y la mañana para volver a explorarnos mutuamente. Y lo hicimos.

Santo dios , o sea ridículo , sisea una mujer mayor en la mesa más cercana a nosotros. Miro hacia ella y veo que se protege los ojos frente a la indecente exposición de Vivian. Su marido, no obstante , no soporta separar la mirada. De repente , su mirada pasa del suculento pecho blanco de Vivian de manera directa a mis ojos. Parece que espera que le dé algún género de contestación sobre por qué dejo que mi mujer actúe de esta forma. Le guiño un ojo y vuelvo a mirar a Vivian.

Volvió a agacharse y, desde donde yo estaba escondido, la vi abrazarse al del costado del tractor de la cargadora tal y como si fuera su único asegurador. ¿Quién está ahí? ha dicho al final , asomando solo su frente sobre el capó del tractor. El dueño de ese gas que estás robando. No lo estoy robando. ¿Ah, sí? Lo que tú llamas lo que haces. Estoy. Estoy. Estoy. Andas robando gasolina, eso es. No, no lo estoy haciendo. Sólo la estoy tomando prestada. Mierda de toro, pequeño ladrón de gasolina.

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Una noche, hace unos meses , traté de convencer a Stacy de la idea del beso negro. Terminábamos de terminar de tener sexo y en medio de mi penetración le había metido la lengua en el culo , como suelo realizar , y después le pregunté si le agradaba. Ella no perdió el tiempo antes de expresar que le encantaba y yo le respondí que me preguntaba si me gustaría. El silencio que siguió fue ensordecedor hasta que ella cambió de tema y no volvió a sacar el tema.

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No había expresiones , así que ninguno de los dos trató de invocarlas. Nuestras respiraciones orquestadas llenan el vacío. Al fin reuní fuerzas para levantarme de la pegada. Me giré para mirarla. Estaba de espaldas, jadeando y mirando el ventilador del techo. La atraje como la pequeña cuchara que había sido antes. Nuestros cuerpos estaban prácticamente pegados. Su integrante rebotó y reverberó antes de establecerse en una posición fija.

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Y ahí es donde reanudamos nuestra historia. Nuestros cuerpos desnudos se apretaron como si nuestra cama fuera un cajón de plata. Maya se acorrucó tras mí, intentando de meter con sutileza el arma más nueva y mucho más grande de su arsenal -un miembro de 20 centímetros de color carne con dos testículos firmes- en el mío. Comenzamos de espaldas, con bastantes dedos y mucho lubricante. Después de un rato, me consideró listo, me dio una palmada en la nalga izquierda y me dijo que me pusiera de lado.

Nos conducen nuevamente a la región común donde han llegado algunas parejas mucho más. Volvemos a sentarnos en el sofá y de inmediato te metes en la conversación con las compañeras de otras 2 parejas. No tengo ni idea de lo que están opinando , sólo estoy sentada allí, sorprendida de que seas capaz de parecer que conoces a alguien desde hace unos años , aunque acabes de conocerlo. Y en un entorno en el que precisamente no te sientes cómodo todavía. Tienes ese don.