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Una semana tras cada escena, una angustia se introdujo en mi corazón como un trozo de hormigón roto. Comencé a hacerme preguntas. ¿Se puso en contacto contigo?¿Por qué razón no respondió a mi mensaje de el día de hoy? ¿Le has mandado un mensaje? Mis cuestiones tuvieron el efecto de lograr que ella sacara un cañón de agua, apuntara a mi corazón y disparase : No eres un cornudo de verdad , cada vez que inicio algo con otro hombre ardes de celos.

Cuando me desperté con el sonido de un helicóptero Blackhawk volando sobre mí, me puse poco a poco de lado y me hallé prácticamente cara a cara con la comandante de mi batallón, la teniente coronel Samantha Blackburn, que se encontraba tumbada en cama junto a mí. Tenía los ojos libres , estaba lúcida y los dos estábamos totalmente desnudos. Tardé varios momentos en recobrar la orientación y rememorar dónde se encontraba y todo lo que había ocurrido la noche anterior.

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Una vieja amiga de Victoria nos había invitado a una boda en Norfolk. Se habían formado juntas como enfermeras y, si bien actualmente apenas se ven, han mantenido el contacto, si bien solo sea en Navidad y en los cumpleaños. Mi mujer es la madrina de la hija mayor de Hermosa y era el día de su boda. Las funciones de madrina de Victoria hace cierto tiempo que han caducado y apenas conocía a la novia. No obstante , como es socialmente acertado , nos habían invitado al gran día.

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Una cosa que no les mencioné , pero que me aseguré de que todos fuesen muy conscientes, fueron las habitaciones de convidados completamente amuebladas en el sótano de mi casa. Pasaron por delante de ellas tres ocasiones distintas mientras les mostraban las cosas libres para sus hijos. Pero ni solo una vez las mencioné o comenté sobre ellas. Al final de la celebración de esa noche, me alegré de comprender que el propósito de esta estrategia había tenido éxito.

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No había expresiones , conque ninguno de los dos trató de invocarlas. Nuestras respiraciones orquestadas llenan el vacío. Por fin reuní fuerzas para levantarme de la pegada. Me giré para mirarla. Estaba de espaldas, jadeando y mirando el ventilador del techo. La atraje como la pequeña cuchara que había sido antes. Nuestros cuerpos estaban casi pegados. Su miembro rebotó y reverberó antes de establecerse en una posición fija.

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